El Enemigo puede alcanzarnos por nuestros pecados, por nuestra desobediencia, por nuestra carne y sus placeres, por nuestro amor al mundo o nuestras preocupaciones por las cosas del mundo, por nuestros sentimientos carnales ... pero si morimos de todo esto entonces, ¿quién puede hacer algo contra nosotros? ¿Todavía podemos matar a una persona muerta? ¿O una persona muerta será sensible al dolor? ¿a la tentación? ¿o algo?
Entonces, si caminamos hacia la muerte (crucifixión) cargando nuestra cruz, el Enemigo podrá alcanzarnos cada vez menos y finalmente no podrá hacerlo en absoluto porque estaremos muertos, crucificados con Cristo, y luego podrá resucitar con él. Cristo (nacido de nuevo).
A menos que muera el grano de trigo que ha caído a la tierra, queda solo, pero si muere, da mucho fruto (Juan 12:24); y si alguien no quiere renunciar a sí mismo y, por tanto, quiere quedarse con su vida, la perderá; pero si alguien pierde su vida porque se la entrega a Dios por Amor a Dios y al prójimo, la salvará; porque él cumple la ley, es decir, la caridad (amor verdadero), porque la caridad es el cumplimiento de la ley de Cristo (Romanos 13:10) y no hay mayor amor que dar su vida por los que amamos (Juan 15:13).
Marcos 8:34 Y llamando a las tropas ya sus discípulos, les dijo: El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, cargue su cruz y sígame. 35 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, ése la salvará.
Mateo 22:37 Jesús le dijo: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y el gran mandamiento. 39 Y el segundo así es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.
Nadie puede pretender amar de verdad sin renunciar a sí mismo.