Desatemos nuestros corazones y purifiquémonos en la presencia del Señor, porque ésta es su voluntad para su Iglesia, para aquellos que Él llama a venir a su encuentro.
Dios nos está llamando desde la cima de su Montaña Sagrada, desde la cumbre de Sión; una Montaña en la que ningún ser contaminado puede entrar ni siquiera en su base; una Montaña en la que está el Camino que conduce al Señor.
Para empezar a subir esta Montaña hay que haber abandonado el mundo y estar libre de pecado; y el Camino que lleva a su cima es el Camino de la perfección, de la verdadera santificación y del despojo de la carne; es el Camino de la Cruz; y en la cima está el Perfecto, el Justo, el Santo, el Verdadero, el Rey de reyes, el Señor de señores, el Dios Todopoderoso.
A lo largo de este Camino debemos llevar nuestra cruz, porque en la cima está la resurrección de nuestras almas, es decir, el nuevo nacimiento; y Aquel que ya ha vencido y despojado todo el poder del Enemigo mientras estaba en la carne, nos espera en la cima de la Montaña de Su Santidad, para que podamos verlo, ver Su Rostro, y ser llenos del Poder de lo alto, y que Su Rostro (Su Luz) brille sobre nosotros.
Así que esforcémonos por entrar en esta Magnífica Montaña y ascendamos por el Camino que lleva a la Vida celebrando la Victoria de nuestro Señor y glorificando Su Santo Nombre hasta que lleguemos a la cima y nos encontremos con Él, pues no hay nadie como Él, es Justo y Bueno, Paciente y Misericordioso con nosotros, y nos espera.
"Y habrá allí una senda y un camino, que se llamará el camino de la santidad; y el que esté contaminado no pasará por él, sino que será para ellos solos; y los que caminen por él, y los insensatos, no se equivocarán en él. Allí no habrá león, ni subirá ninguna de esas bestias que asolan a otros, ni se encontrarán allí, sino que los redimidos caminarán por allí. Por lo tanto, aquellos cuyo rescate ha pagado el Señor volverán, y vendrán a Sión con un canto de triunfo, y la alegría eterna estará sobre sus cabezas; obtendrán gozo y alegría; la tristeza y el gemido huirán." (Isaías 35:8-10)